Dragon Crystal, una retrospectiva.
Cuando empecé a escribir en Seven Force por primera vez (no busques posts tan antiguos, aquella web se perdió, todavía tenía el dominio sevenforce.net) yo era veinteañero.
Más de una década larga después, mi vida es completamente diferente y apenas tengo 1 hora al mes para probar un videojuego.
No he publicado una sola entrada en año y medio (nada en todo 2019).
No tengo ni idea de si a estas alturas hay alguien suscrito al feed de este blog, así que supongo que la única posibilidad de que me lea alguien es con el tweet automático (si es que se envía correctamente tras 20 meses sin tocar la configuración).
He decido crear una lista de correo en la próxima ocasión para enviar una newsletter y obligarme a mi mismo a estar activo en este proyecto.
Mi filosofía siempre ha sido la de cero publicidad, y así pretendo mantener SF, sin embargo a partir de ahora sí que voy a incluir enlaces de afiliado de algunos de los juegos de los que hable, para intentar monetizar algo.
Ya sabes, a ti te va a costar lo mismo comprar el juego en Amazon o eBay, pero SF se llevaría un pequeña comisión si lo haces.
Como apenas puedo jugar, todo lo que tengo para ofrecer son recuerdos viejunos y una especie de diario personal que podría plasmar en este rincón olvidado de vieja escuela gamer.
Así me siento más motivado a ir completando la base de datos de reviews de juegos e informar por correo de las actualizaciones tanto de la misma como de las noticias del mundo Treasure y neoRetro.
Hoy toca soltar la chapa de abuelo cebolleta en esta entrada que he decido titular como uno de los juegos que marcó mi infancia y mi vida como jugador. Y como veis, no es de Treasure.
Dragon Crystal: Tsurani no Meikyu (El Laberinto de Tsurani).
Game Gear, Master System, Nintendo 3DS (Consola Virtual).
22 de Diciembre de 1990 en Japón (un año después en Europa).
Fue uno de mis primeros juegos en propiedad (creo que el segundo después del Columns, que venía con la consola) en mi primera consola: la Game Gear de Sega.
¿Por qué me he acordado hoy de él?
Pues porque me he pillado el Crypt of the Necrodancer en la Switch aprovechando las ofertas en la eShop.
Al igual que el Crypt, Dragon Crystal era y es un procedural de mazmorras generadas aleatoriamente y un sistema de movimiento por turnos en tiempo real. Pero claro, si toda esta retahila incluso en 2020 suena complicada, imaginaos en mi mente de chaval de los 90.
Yo pillé ese juego y me explotó la cabeza.
Me costó meses entenderlo.
Traté de abandonarlo muchas veces, pero tenía un magnetismo especial y la escasez de juegos hacía difícil olvidarme de él y ponerme a otras cosas.
Por aquel entonces, como sabrás, muchas veces se compraban juegos por la portada y los pantallazos de la carátula trasera. Y no tuve muchas opciones cuando me llevaron al centro comercial de turno y me dijeron que escogiera uno de los 5 o 6 juegos en oferta disponibles para la Game Gear.
Imagina el caos mental que pudo experimentar un chaval que venía de los salones arcade y las Game & Watch cuando encendió la consola con ese título.
Un juego en el que ibas avanzando por un laberinto que era diferente cada vez y donde no podías moverte libremente, sino solo paso a paso, mientras observabas como la mazmorra se descubría poco a poco ante ti, y con ella todos los enemigos y objetos dispersos por el escenario.
No podías esquivar nada y no podías huir de los enfrentamientos. Tan pronto te cargabas a un enemigo de un espadazo como te pillaba otro por banda y te mataba en 2 segundos.
Un instante después te habían envenenado y no disponías de cura, tu vida bajaba poco a poco irremediablemente. O, aún peor, te habían maldecido y los controles ahora estaban invertidos, pero los enemigos no dejaban de atacarte…
Si no planificabas bien el equipamiento que llevabas no hacías nada de daño ni aguantabas un par de mamporros en cada nueva área, y nadie te decía para qué servia aquella poción morada o qué hacía tan especial a esa espada Masamune.
No podías saber qué hacía cada objeto que podías usar o equipar si no lo probabas antes primero.
No había jefes ni estaba claro cuando terminaba una fase y empezaba la siguiente, y cuando ya le tenías más o menos cogido el truquillo a la partida, te mataban y empezabas completamente desde cero en un laberinto con otra distribución completamente diferente y habiendo perdido todo el equipo.
Ah, por cierto, nada de puntos de guardado, ni passwords, ni historias. Si te quedabas sin pilas y no tenías un cargador a mano, perdías la partida para siempre. Si te cansabas de jugar, jamás podrías continuar por donde te habías quedado. Cada partida era un mundo único con una sola oportunidad de ser completado del tirón.
Jamás me lo llegué a pasar, pero las partidas en las que me llegaba un poquito más lejos y veía nuevas áreas y enemigos eran de las cosas más emocionantes que he vivido como gamer.
La música era hipnotizante y te dejaba con una sensación extraña en el cuerpo. Siempre con un halo de misterio tras cada nueva habitación llena de enemigos desconocidos que aparecía ante el protagonista.
No he vuelto a rejugarlo y apenas si he visto algún gameplay en YouTube para recordarlo.
Este artículo son imágenes borrosas extraídas directamente de mi mente y que incluso podrían no ser del todo precisas con respecto a lo que ofrece el juego en realidad.
Pero así es como yo lo recuerdo y este es el poso que dejó en mi.
Un poso que varias décadas después me ha hecho comprar otro juego del mismo género (salvando las distancias) solo porque recupera viejas sensaciones que apenas era capaz de describir cuando le hablé de él a un amigo.
No es para nada una mala elección con la que empezar el 2020 y traer a la vida mi viejo blog.
Pronto intentaré resumir en una sola entrada todas las novedades alrededor de Treasure que tuvieron lugar en 2019. En cuanto tenga algo de tiempo para sentarme y recopilar todas las que pueda.
2020 no puede ser más emocionante… es muy probable que estemos hablando del año en el que Radiant Silvergun podría ser re-editado de nuevo, pero esta vez con la opción de ser jugado en formato portátil. Un sueño hecho realidad.
Por cierto, otro de los juegos que he adquirido en la eShop recientemente es el Pawarumi. Pero de esto ya hablaremos otro día.